Tchia

Hay pocos juegos que recuerde en los que, al entrar, tuviera un alto nivel de expectativas, sólo para que el título las superara de un modo que no esperaba. En Tchia, desde el principio, tenía muchas esperanzas puestas en una aventura abierta, colorida y llena de encanto, como insinuaban sus avances y tráilers. De hecho, hay un aire de familiaridad en su diseño, sin duda muchos otros críticos harán las inevitables comparaciones con algunos de los mejores juegos de Nintendo. No obstante, su escenario único prometía oportunidades para explorar nuevas ideas. En ese sentido, lo que obtuve al final, fue algo mucho más ambicioso que eso.
En una tranquila isla alejada del resto del mundo, Tchia y su padre llevan una vida cómoda, con la única compañía de unos pocos animales y el océano abierto. Todo eso cambia en un abrir y cerrar de ojos cuando un esbirro de la malvada Meavora, soberana del archipiélago, secuestra repentinamente a su padre justo cuando un poder oculto sale a la luz entre la refriega. Debido a ello Tchia se embarca en una aventura a través del océano y las islas cercanas para reunir recursos, hacer nuevos amigos y descubrir las verdaderas capacidades de sus nuevas habilidades con la esperanza de poder rescatar a su padre y salvar la región del terrible régimen de Meavora.
Desde el principio se nota que Tchia es especial. Desde las secuencias iniciales que te introducen en el vibrante mundo y sus personajes y escenarios inspirados en Nueva Caledonia, todo resulta maravillosamente pulido y, a la vez, familiar.

Las conexiones obvias con la franquicia Zelda son claras como el agua, desde planear por los cielos, navegar por el océano abierto hasta tocar una ukelele para cambiar la hora del día, pero una vez que la historia arranca de verdad y las poderosas habilidades de Tchia se revelan, las cosas toman un giro creativo.
En pocas palabras, Tchia puede transportar su alma dentro de casi cualquier cosa a su alrededor, incluidos objetos inanimados como rocas. Esta habilidad abre la isla para que la explores como quieras, lo que me llevó a saltar constantemente dentro de pájaros cercanos, reduciendo el tiempo de viaje a apenas unos segundos alrededor de cada isla. Naturalmente, la primera vez que se me abrió el poder, estuve jugando con él durante una hora más o menos, saltando entre gatos, insectos y pollos, y luego cayendo por una colina como un cerdo. Con el tiempo se convirtió en algo natural, sobre todo durante las peleas.
Aparte del combate, la mayor parte del tiempo se dedica a la exploración, y hay mucho que encontrar. Varias misiones secundarias y un puñado de actividades y objetos coleccionables salpican el mapa, pero dado lo agradable que es nadar, volar y planear por las islas, apenas y te sientes abrumado por todo lo que te rodea. Tchia también te recompensa por dar prioridad a la historia, ya que el juego abre un agradable epílogo que hace que una exploración completa del entorno resulte más atractiva.





Explorar y recorrer las islas es un puro gozo, pero no es lo único divertido de la aventura de Tchia. Aunque los personajes con los que te cruzas al principio son aparentemente los esperados, muchos poseen un encanto maravilloso. Esto se debe en gran parte a que el equipo de desarrollo ha mantenido sus raíces neocaledonias, utilizando las lenguas tradicionales de la isla en lugar del inglés.
Muchos de los chistes también encajan a la perfección, como un momento en el que Tchia se pregunta si es la pubertad la que le ha hecho desarrollar sus habilidades. Ese tipo de cosas hicieron que sonría muchas veces con la experiencia y, a decir verdad, a pesar de su colorido exterior, en el fondo no es un juego para niños, ya que algunos de sus temas serán mejor comprendidos por adultos.
Y sien bien he pasado grandes momentos en el mundo de Tchia, he tenido algunos problemas que sí han limitado un poco la experiencia. El mapa puede ser incómodo de usar, con señales dispersas por la zona que no resultan muy útil, sobre todo cuando intentas localizar objetos cercanos y tienes que improvisar usando la brújula.






Del mismo modo, la segunda mitad del juego se ve ralentizada por una línea de misiones larga y cargada de combates en comparación con la experiencia más abierta que la precede, y por mucho que me gustara tener el ukelele, a menudo me saltaba los momentos musicales en favor de simplemente escuchar y ver cómo se desarrollaba la escena. En última instancia, estos problemas no interfieren con el juego lo suficiente como para perjudicarlo, y dado el nivel de ambición que el equipo de desarrollo tuvo durante su creación, puedo perdonar la ligera salvedad a un videojuego por lo demás absorbente.
La búsqueda de Tchia es a la vez emotiva e ingeniosa, y evita algunas de las direcciones obvias que puede tomar una aventura inspirada en Zelda. Aunque la segunda mitad de la historia se atasca un poco, la experiencia es muy divertida, ya que te aventuras mejorando la resistencia y las habilidades de Tchia a medida que avanzas.
Hay algunos momentos sorprendentes, como una especie de oda a Psychonauts, y algunos giros telegrafiados pero no menos atractivos en su ejecución. Pero lo mejor es que en todo momento se mantiene una narrativa y un mundo lleno de corazón, amor y un sentimiento de hogar. Solo por eso, merece la pena lanzarse a alta mar.

Esta reseña fue escrita luego de jugar una copia digital de Tchia recibida por Awaceb para PlayStation 5.
